
El paso del tiempo hace mella en las personas dejando marcados los recuerdos y grabadas en las retinas esas imágenes inolvidables, no fueron peores ni mejores solo fueron distintas…
Hace veinte años no se hablaba de crisis económica, ni tampoco se veía un escándalo el gran porcentaje de paro, la vivienda no estaba considerada como tema de vital importancia, y los créditos parecían un tema exclusivo para gente pudiente.
En esa época todo cobraba un cáliz distinto puesto que éramos una nación como llamarían ahora de las economías emergentes, ahora sin embargo nos consideramos como una de las potencias económicas y no se llegan a entender datos tan desastrosos como nefastos para el futuro de España.
Pero sin embargo la coincidencia en los datos o en el punto donde nos encontramos adquieren similitudes con las de hace veinte años, los andaluces seguimos siendo una región pobre dentro del marco nacional, seguimos siendo una población sustentada de las subvenciones, somos donde se alcanza el mayor número de parados y las expectativas de crecimiento no son nada halagüeñas.
Con esta estampa calcada a la de hace tanto tiempo se echa uno a temblar, puesto que parece que el progreso alcanzado haya sido un espejismo que nos detrae al pasado y esto no es nada bueno.
El turismo, la gastronomía o las actividades de ocio, adquieren en la actualidad al igual que en aquella época, las únicas alternativas de nuestras ciudades como único reclamo de incentivo para la economía local, puesto que el comercio decrecido con tanta incertidumbre no levanta cabeza y hablar de inversión son palabras mayores que se convierten en un anhelo prácticamente perdidos.
Tenemos que suponer que el presente es un reflejo del pasado, pero no debemos caer en equívocos afrontando las cosas tal como vienen presentadas recibirlas de cara y teniendo la convicción de que aún existe esperanza y trabajando por un mañana mejor para todos, sobre todo para nuestros jóvenes.
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